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jueves, 21 de septiembre de 2017

Walter Scott (Edinburgh, Scotland, UK, 15-8-1771 / Abbotsford, Scotland, UK, 21-9-1832): In memoriam

PIONERO DE LA NOVELA HISTÓRICA

Hoy se cumplen ciento ochenta y cinco años del fallecimiento del escritor escocés Walter Scott. Novelista, poeta y biógrafo, su trabajo como traductor, editor y crítico, junto con sus novelas y poemas, hicieron de él una de las más prominentes figuras del romanticismo británico. Romanticismo presente en su obra, reflejo de su afición por lo pintoresco y el fulgor épico de gloriosas épocas pretéritas, pero no en su vida, que nada tuvo de bohemia o aventurera, a diferencia de muchos de sus coetáneos. Pionero en el género de la novela histórica, sus obra alcanzó fama internacional y está considerada como una de las más influyentes en el continente europeo, apreciándose su componente romántico en multitud de obras posteriores en distintos países. Sus novelas han sido llevadas al teatro, el cine y la televisión en multitud de ocasiones y su figura se alinea con la de los grandes autores de la literatura universal.
Tercero de los doce hijos de un notario, Walter Scott contrajo la poliomielitis a los dos años, enfermedad que le dejaría como secuela una cojera en su pierna derecha. Entre 1773 y 1775 fue enviado a vivir con sus abuelos, donde aprendió a leer, y hasta 1778, año de su regreso a Edimburgo, fue tratado de su dolencia en diferentes lugares de Inglaterra. Desde niño se sintió atraído por las leyendas escocesas, mostrando una vívida inclinación por conocer la historia y las costumbres tradicionales de su país, lo que, unido a su extraordinaria capacidad de memorizar, posteriormente constituiría el tema principal de muchos de sus poemas y novelas. A la edad de doce años empezó a estudiar lenguas clásicas y posteriormente Derecho en la Universidad de Edimburgo. 1792 fue el año de sus comienzos como abogado, actividad que ejerció durante algún tiempo. A la edad de veinticinco se inició profesionalmente en la literatura como traductor de obras en alemán. A finales de 1797 se casó con Charlotte Charpentier, hija de un noble francés afincado en Edimburgo, con la que tendría cinco hijos. En 1801 se integró en la misma logia masónica a que había pertenecido su padre. Un puesto como secretario judicial le dejó tiempo libre para volcar sus esfuerzos en la escritura.
La actividad literaria de Scott se vio favorecida por su amplio conocimiento de las leyendas y baladas medievales. En 1802 publicó tres volúmenes titulados Cantos juglarescos de la frontera escocesa, una primera obra recopilatoria que no logró excesiva repercusión. Todo lo contrario sucedió con el poema extenso El cantar del último trovador (1805), expresión lírica gracias a la que Scott alcanzó la fama. En los años siguiente publicó otros poemas narrativos románticos, entre los que destacan Marmion (1808), La dama del lago (1810), Rokeby (1813) o El señor de las islas (1815). En 1813 fue propuesto por el gobierno como poeta laureado de Gran Bretaña, ofrecimiento que rechazó.
Dado que su fama como poeta fue decayendo, en gran parte debido al genio de Lord Byron que irrumpió en ese momento, Scott decidió inclinarse más de lleno a la novela. Waverley (1814) abrió una nueva etapa de triunfos literarios para su autor, pues obtuvo un inmediato reconocimiento por parte de la crítica y el público. Le siguieron más de veinte novelas históricas, entre las que se cuentan Guy Mannering o El astrólogo (1915), El anticuario (1916) Eterna mortalidad o Los puritanos de Escocia (1816), Rob Roy (1818), Ivanhoe (1819), la más popular de todas, La novia de Lammermoor (1919), Kenilworth (1821), El pirata (1822), Quentin Durward (1823), El talismán (1825) o La hermosa joven de Perth (1828). Su éxito se basaba en el indiscutible talento de Scott como narrador, su dominio del diálogo, su aguda observación de la sociedad y los vivos retratos de sus personajes, además de utilizar argumentos que fascinan por la cualidad de crear expectativa en el lector. Según la crítica, poseía un rico estilo literario que combinaba vigor, belleza lírica y claridad en las descripciones. Aunque todas estas obras fueron publicadas bajo seudónimo, su autoría quedó muy clara para sus contemporáneos. Además de establecer los cánones de la novela histórica, el autor escocés contribuyó a la narrativa breve, fundamentalmente a través de las historias contenidas en Crónicas de la canonjía (1827): La viuda montañesa, Los dos boyeros y La hija del cirujano. En 1827 completó el poema épico Vida de Napoleón Bonaparte.
En 1805 había comenzado a publicar en la editorial de sus antiguos amigos, los hermanos John y James Ballantyne, con quienes se asoció, invirtiendo sus ganancias en Constable & Co., bajo el amparo del editor Archibald Constable. Los ingresos obtenidos por las ventas de sus obras le permitieron negociar la compra de un terreno en el condado de Roxburgh, donde en 1812 hizo construir Abbotsford, una suntuosa mansión familiar a donde se trasladó con los suyos. Durante años vivió holgadamente de los beneficios económicos que le reportó la venta de sus libros, aunque también gran parte de los mismos iban destinados a tapar los inmensos agujeros económicos que su socio John Ballantyne iba causando en la editorial. A partir de 1814 Walter Scott comenzó a viajar por toda Europa, una experiencia más propia, en el cliché literario común, para la juventud, que para sus ya largos cuarenta años. Bélgica, Francia e Irlanda fueron sus destinos, aunque algunos de sus viajes fueron interrumpidos por su quebradiza salud. En 1820 recibió el título nobiliario de baronet, que llevaba aparejado el tratamiento de Sir y dos años después tuvo un cordial encuentro en Edimburgo con el Rey George IV.
En 1926 murió su esposa y la editorial Constable & Co. se declaró en quiebra, dos duros golpes para el escritor. Tras un complicado proceso administrativo, las deudas contraidas por Walter Scott quedaron fijadas en cerca de 120.000 libras, una verdadera fortuna para la época, aunque el novelista quedó eximido de cualquier responsabilidad penal, pero no así del pago de la deuda. Para ello, tuvo que vender su casa de Castle Street, en Edimburgo, y ni siquiera así solventó el enorme déficit contraido. En ese punto, Scott hizo valer su fama y sus éxitos editoriales para que sus acreedores aceptasen cobrar de las rentas producidas por sus siguientes novelas, ya publicadas con su nombre real. Así pues, hipotecó sus ganancias literarias desde 1826, con lo que puede decirse que sus últimos seis años de producción literaria fueron entregados a las hipotecas. Ni siquiera con ello varió su elevado tren de vida, ya que los viajes siguieron siendo la tónica dominante, incluso a pesar de dos ataques de apoplejía sufridos en 1830 y 1831, este último cuando se hallaba embarcado en un viaje marítimo por el Mediterráneo en el que visitó Nápoles y Malta. Estuvo varios meses enfermo en Roma, tras los cuales regresó, ya con un estado de salud muy precario, a su mansión de Abbotsford. Un año después falleció en su casa escocesa a la edad de 61 años. Todas sus deudas quedaron saldadas, a través de la venta de los derechos de autor de sus obras, en el año 1847. 
La huella de Walter Scott se puede rastrear en escritores de diferentes nacionalidades, así el estadounidense James Fenimore Cooper, los ingleses Charles Dickens y William M.Thackeray, el francés Honoré de Balzac, o los españoles Pérez Galdós, Espronceda y Larra, entre otros muchos. Su estilo vigoroso y poético también influyó en pintores que glosaron y recrearon sus temas  y en músicos como Donizetti, que compuso la ópera "Lucia di Lamermoor", basándose en su novela La novia de Lammermoor, o Schubert, que en su célebre "Ave María", músicó una parte del poema La dama del lago.


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